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Ya hace tiempo la expresión “fuera de la Iglesia no hay salvación” fue superado por la expresión conciliar “la Iglesia es Sacramento Universal de Salvación para todo el género humano”. La primera, utilizada en su tiempo para hacer alguna explicación bíblica fue popularizada para idealizar la figura de la Iglesia, pero sugería una exclusión de la salvación de todos aquellos que no eran parte de ella hasta negar la salvación para aquellos que nacían en otra confesión religiosa de nuestro mundo. ¡caso de extremismo!. La segunda, “La Iglesia, signo, instrumento, sacramento Universal de Salvación” es más incluyente, sugiere que a través de la evangelización de la Iglesia, otros que no son parte de ella pueden llegar a conocer la Salvación, incluso lo que ella anuncia se extiende a otros por obra del Espíritu Santo por caminos que solo el mismo Espíritu conoce a través de una sabiduría de la verdad o por el derecho natural.
Ya los
cristianos discípulos del Señor desde los primeros tiempos se encontraron con
el dilema de los fanáticos conservadores judíos que veían a las tierra de
paganos como tierras de perdición o como de perros. Esto los llevaba a ser
excluyentes en sus predicaciones. La segunda lectura del Domingo, en el texto
de Pablo a los Romanos se expresa la angustia del mismo San Pablo al ser
rechazado por sus hermanos de raza, quienes por oponerse a su Evangelio recibió
acusaciones y persecuciones. Por eso él se considera con orgullo “apóstol de los paganos” y por ser
rechazado, ahora otros, es decir los paganos, han conocido la reconciliación
del mundo, Jesús de Nazareth. Por la “desobediencia”
de los judíos ahora los de tierras extranjeras “han alcanzado misericordia”.
Por tanto, ese
universalismo de la salvación ya se ve expresado en el pasaje evangélico del
texto de hoy (Mt 15,21-28) cuando Jesús al reconocer o valorar la fe de la
mujer pagana cananea exclama “Mujer,
¡qué fe tan grande tienes”! que se
cumpla tus deseos”. A primera vista, la “aparente objeción” de Jesús de hacer el milagro de la cananea, por
no ser parte de la ovejas descarriadas de Israel o por ser un perrito a quien
se le estaría dando el pan de los hijos, refleja las objeciones de las
comunidades de judíos cristianizados que viviendo al norte de Israel o al sur
de Siria (Tiro y Sidón), donde se escribe el Evangelio de Mateo, no acababan de
entender la posibilidad de tener creyentes cristianos venidos del paganismo.
La mujer cananea
que exclama “Hijo de David” o “Señor ayúdame” no es una tal mujer
cananea, sino un símbolo de todas aquellas personas fuera de Israel, que
sintiéndose atraídos por el mensaje de un judío llamado Jesús de Nazareth ahora
experimentan la salvación. Esta texto de hoy, más allá de la reconstrucción
literaria de este pasaje (pues Jesús quien mandó a “predicar a todas las naciones”,
jamás excluyó a nadie), lo que busca anunciar es que Jesús sí reconoció
que fuera de los de su propio pueblo habían expresiones de fe muy grande. Con esa
alabanza pública de la fe de esta mujer queda demostrado que la fe no conoce
fronteras raciales, culturales y sociales. La fe verdadera se vive solamente
donde hay corazones abiertos y donde hay cerrazones del espíritu lo que queda
es aspereza y rechazos entre hermanos.
Ha sido el
puritanismo racial y religioso lo que ha generado guerras inacabadas en el
mundo como las que vemos en estos días en el medio oriente. Los extremos
palestinos del Hamas y el Hizbolá y de los extremistas también presente entre
israelíes nos demuestran lo peligroso del exclusivismo. También los movimientos
integristas de nuestra iglesia, aunque no en las dimensiones de guerras
religiosas, retardan un anuncio más alegre del evangelio en nuestros tiempos.
Podemos distraernos de lo más importante como es el anuncio gozoso ante un
mundo triste por querer defender el puritanismo o el integrismo espiritual de
nuestros grupos. Se gastan muchas energías en querer asumir estilos de vidas al
modo de ciertos católicos del pasado, que por no decir ya nada al mundo de hoy,
terminamos con nuestras caras de vinagre excluyendo a los demás. En términos
del Papa Francisco, debemos “salir” de nuestras comodidades y ser “osados” al
buscar la fe escondida que están aún en aquellos espacios que peyorativamente
se les llaman paganos. El anuncio del evangelio no es únicamente una cuestión
de celebrar ritos religiosos y vivir estructuradamente en la situación de
espera de los demás. Repensar el evangelio nos llevar a cambiar nuestros
centros de intereses, formas, tradiciones, normas, devociones, religiosidades, con
vista a que el evangelio llegue no solo a todas partes en
el sentido geográfico sino a las distintas partes de la vida. Pero no hay que
tener miedo, se debe tener la osadía de la mujer cananea quien se acerca a
Jesús y le dice: “pero también los
perritos comen de las migajas que caen de la mesas de sus dueños”.
Pbro. Alberto Márquez.
albertoarqui@hotmail.com
Pbro. Alberto Márquez.
albertoarqui@hotmail.com
1 comentario:
"La fe verdadera se vive solamente donde hay corazones abiertos y donde hay cerrazones del espíritu lo que queda es aspereza y rechazos entre hermanos."
Esta es la frase de la reflexión que detuvo mi lectura por un tiempo.
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