domingo, 2 de febrero de 2014

Homilía de la Primera Misa de un sacerdote ordenado el día de La Candelaria

©Seminario de Valencia
"Querido nuevo sacerdote candelareño Rafael Paredes, querido párroco de esta comunidad Padre Antonio Arocha, queridos sacerdotes concelebrantes y seminaristas; querida comunidad toda candelareña y no candelareña aquí presente.

 Ciertamente es un momento de luz muy importante para nuestra iglesia arquidiocesana carabobeña vivir esta liturgia universal de la Presentación de Señor en la alabanza a Dios Padre por el ministerio de Cristo entre Rafael y Franklin, a quienes el Espíritu marcó indeleblemente el día de ayer para una gran misión.

Ha sido un regalo providencial celebrar esta ordenación en la festividad de Nuestra Señora de la Candelaria cuando uno de sus hijos celebra hoy su primera misa. En este día de la Presentación del Señor reconocemos por el texto del evangelio a Jesucristo como “luz de las naciones” tal como canta el anciano Simeón (Lc 2, 22-40). Así como un pueblo pobre y humilde representado en las personas de Simeón y la profetiza Ana, así tenemos un pueblo que alberga su esperanza en un joven Sacerdote que ofrenda el día de hoy al mismo Cristo en el altar como lo hicieron José  y María al presentar a su hijo Jesús. Pero también Rafael es una ofrenda en sí mismo y es la Iglesia que lo ofrece al mundo. Así como al niño Jesús lo acompañó la humildad de una tórtola como ofrenda de los pobres José y María, así el pueblo sencillo de la Candelaria acompaña a Rafael desde su pobreza pero con generosidad de espíritu.

La luz de las naciones que es Jesucristo que se encendió desde su nacimiento y que contempló Simeón, todavía a 2000 años sigue sin apagarse. Esa luz se difumina de muchas maneras en su Iglesia, pero de manera privilegiada esa luz se perpetúa en el ministerio sacerdotal y quiera Dios que en medio de tantas oscuridades, nosotros pastores logremos iluminar con nuestras vidas y no lleguemos a ser túnel de oscuridad. Jesucristo ya desde su presentación en el templo significó aquella ofrenda del primogénito de Dios que cargaba con el pecado y oscuridades del mundo.  Desde allí es donde nació el sacerdocio cristiano: Jesús es el mediador entre Dios y la humanidad y por eso es pontífice, puente entre Dios y los hombres. Es así también como nace el sacerdocio común de todos uds y el sacerdocio ministerial del Padre Paredes.
©elobservadorenlinea

Todos tenemos luces, pero nuestra luz no es propia, nos viene del mismo Cristo. Efecto de la luz de la redención es la luz del sacerdote ministerial, por tanto somos presbíteros gracias a Él, Cristo se hace presente en Paredes, y él actúa en la persona de Cristo (in persona Christi) y desde luego, ya eso es una luz, por algo dijo Jesús a sus discípulos “Uds son sal de la tierra y luz del mundo”. Pero como nuestra luz no es propia es por ello que debemos estar siempre cerca de la luz para que la energía y el calor avive nuestro cirio personal que se llama discipulado. Acercarnos a la luz no es fácil, esto nos lleva a dejarnos abrazar por su fuego, que implica purificación y en el transcurrir de los años son muchas las purificaciones que nos acercan a Cristo en las que se acrisolan nuestras motivaciones vocacionales. Las motivaciones del ministerio van siendo purificadas de tal manera en la que vamos pasando de un Cristo ideal, propio del tiempo de la formación del seminario a un Cristo real propio del transcurrir de los años en el ministerio. El camino no es fácil pero es consolador estar siempre abierto a su comprensión. Sin embargo la comunidad eclesial nos ayudará en mucho a comprender este misterio de entrega, en este sentido, no nos ordenamos para ser aislados en la fe, crecemos en la llama de la fe junto al pueblo, a la gente, a la comunidad. No somos discípulos de Cristo fuera de ellos sino junto a ellos. El sacerdote no es un supercristiano, sino que es un cristiano junto a ellos a quienes sirve como su primer servidor.

Ser sacerdotes en estos tiempos es desafiante como desafiante ha sido en todos los tiempos. El sacerdocio cristiano no deja de ser un signo de contradicción pues se trata de ser discípulo de Cristo en un modo específico, como es el participar en el sacerdocio ministerial de Jesús. La condición profética de este ministerio nos lleva estar atentos a las grandes demandas de un mundo que nos reclama más autenticidad cada día. Resulta sorprendente ver las voces de aprobación de la gente cuando ven al Papa Francisco reclamar tantas cosas a nosotros los sacerdotes en todos sus grados, es como si dijesen “al cura no los queremos así, sino como les reclama el Papa Francisco”. En consecuencia, lo que se quiere de cada sacerdote más allá de tantas formas culturales estereotipadas es de ser de modo auténtico un discípulo de Cristo.
©Seminario de Valencia
Un discípulo de Cristo es aquel que experimenta la vocación como una llamada de Salvación, y no somos llamado por méritos personales, talentos, inteligencia, notoriedad social o familiar, sino que somos llamados por pura misericordias divina, por tanto, en nuestro ministerio vivimos el servicio de la misericordia, y a este servicio se unen todos los talentos que un sacerdote puede tener. El sacerdocio ministerial es el servicio de la misericordia. En este sentido la virtud principal que nos debe arropar es la humildad. Es un desafío muy fuerte esta virtud cuando existe mucho carrerismo como proyección del mismo ambiente competitivo secular. Hace 10 años era impensable que se tocase el tema del carrerismo, salvo en ambientes académicos de estudios del tema de la vida sacerdotal. Ahora es tema de predicación de un Papa cuando se dirige a los ministros ordenados. La fuerza de lo que es la misericordia nos lleva a postrarnos primero ante los que sufren, los enfermos, los pobres y demás; más aún antes debiéramos postrarnos en oración delante de quien tiene tanta compasión de nosotros, Jesús, y no postrarnos ante una ambición de comodidad personal, ante el prestigio o la búsqueda de notoriedad social e institucional o de aspiración de cargos.

Querido Rafael no existe ningún tipo de espiritualidad católica sacerdotal como el encontrarse con el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El sacerdote diocesano polifacético en el ministerio lleva el desafío de la imagen del buen pastor universal, aquel que es con todos y por todos. A tientas se vive si se busca la espiritualidad del gentivo: es decir, un sacerdote que vive la espiritualidad “de” tal camino, el “del” otro, el “de” los últimos tiempos etc., el que tenga la palabra “de”, marcadas muchas veces por la auotorreferencialidad en un autor, santo, fundador, etc pero no en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Cuando el sacerdote se desnuda de tantos falsos yo, incluso los  falsos yo construidos por la apariencia clerical, por muy buena que haya sido, se adelanta más en la identificación con Jesucristo, a fin de cuenta Él seguirá siendo el único maestro de nuestra vida ministerial. Si Él es el absoluto, todo lo demás se hace relativo como para ser feliz. Cuando el sacerdote se identifica como discípulo de Cristo sabe vivir en cualquier parte del mundo con una claridad de vida que resulta atractiva sin ser tan adornada.

©El Observador en Linea

Querido Rafael, entre nosotros existe el riesgo de un clericalismo, tan centrados más en nuestra imagen o en la concentración de poder que terminamos creyendo que somos el ombligo del mundo aun de modo inconsciente. Creemos que el mundo tiene que ser muy religioso donde llegamos, nos volvemos tan cómodos que vivimos como si el mundo ya fuese cristiano y lo que hacemos es demandarle al pueblo atenciones hacia nosotros, queremos vivir nuestra realidad como si fuese un pueblo pequeño de dos calles, la de la entrada y la de la salida y donde el cura tiene la última palabra y nos olvidamos que somos permanente misioneros donde nos encontramos. Nos olvidamos también que en el mundo el Espíritu está soplando por encima de nosotros, y sin darnos cuenta, descubrimos personas que sin haber estudiado filosofía escolástica y teología tiene un modo espiritual de responder al mundo sintiendo al mismo Cristo dentro de sí que pastorea sus vidas, es el mundo de la periferias existenciales del momento donde Dios sigue hablando por caminos que solo Él conoce. Somos por tanto discípulos entre discípulos, pero parafraseando a San Agustín diría: con Uds discípulo y para Uds pastor. Ser discípulo y ser pastor al mismo tiempo es ser en el sentido evangélico de la palabra “ser fermento en la masa”.

©Seminario de Valencia
A Rafael lo ha adornado en su vida el amor a la misión desde su participación en Infancia Msionera, pero recuerdo lo que ha dicho el Papa: más que hacer programa de misiones en estos tiempos es vivir en estado de misionalidad y un sacerdote debe vivir en ese estado de misionalidad si hace de su estilo de vida una entrega generosa diaria: en su Eucaristía, en el sacramento de la confesión y en la atención al necesitado. La misionalidad presbiteral más que presentar una forma de ser clerical es mostrar al mundo permanentemente la entrega sacerdotal así como Cristo hizo su misión al entregarse hasta el extremo.

Hoy día de la Candelaria, día de la primera comunidad eclesial de Rafael, los candelareños pedimos con la misma esperanza del anciano Simeón y de la profetiza Ana que el ministerio del Padre Rafael sea una luz misionera de la Iglesia carabobeña. Una nueva forma de ser sacerdotes nos reclama los desafíos del país, el peldaño vocacional ya nos es llegar a ser sacerdotes sino que los sacerdotes lleguen a ser discípulos de Cristo."
Pbr. Alberto Márquez
albertoarqui@hotmail.com


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