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Los hijos no están, han iniciado el vuelo y desde mi
Centro les envío todo mi amor para que ese vuelo sea pleno. Los lleve hasta
donde ellos quieran y amen y sean amados.
Un abanico se abre a mis ojos, puedo abrirlo y
cerrarlo hasta donde yo quiera, seguir creciendo, seguir amando desde la
serenidad, desde la seguridad, desde el Amor que Dios a depositado en cada una
de sus creaturas….
Poco a poco recorro los caminos, calles lugares en
los cuales antes había estado, continúan allí solo que son otras personas los
que los recorren. La mayoría adultos, los jóvenes no los encuentro como antes, ya no consigo a los jóvenes con sus uniformes universitarios en los caminos, en las aceras.
El oratorio continúa allí, esperando que las madres
se acerquen, para eso fue construído. Un refugio de oración para las madres que
oran, las esposas que oran, las hijas que oran, las hermanas que oran.
Visito esos lugares y… son los mismos… yo soy otra…
con heridas profundas, cicatrices que sangran nuevamente, con deseos de amar al
prójimo y todavía sin poder brindarlo. En la quietud del silencio comienzo mi
oración profundizando mi relación y dejo que sea Él el que como bálsamo acaricie mis heridas, los pensamientos pasan y pasan, alguno se queda
un tiempo más hasta que… suavemente mi Palabra Sagrada lo despide.
Ha sido un día duro. Hasta aquí por hoy. El Señor
cuida de mí, soy hija de Dios amada y bendecida.
Nada te turbe,
Nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Solo Dios basta.
Nada te turbe,
Nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Solo Dios basta.
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