Nuevamente el Padre Alberto Márquez nos presenta su reflexión sobre este Evangelio. Les invito a leer con atención y si quieres pedes colocar la frase que mas te llegó en los comentarios. Feliz domingo para todos.
Dice Benedicto
XVI que “la semilla es presencia del
futuro”, es decir, cuando se siembra está escondido lo que será el árbol.
Lo importante es comenzar a sembrar en medio de las adversidades de la siembra,
si no se siembra no construimos la esperanza de lo que queremos. El trozo del evangelio de hoy en el que se nos
narra la parábola del “sembrador” es
un texto que recoge el evangelista Mateo para una comunidad siro-palestinense
que necesitaba ser animada ante aparente fracaso en el anuncio de la Buena
Nueva de Jesús. La razón era el rechazo del mensaje de Jesús, que producía
cansancio y frustración. Sembrar no es fácil y según esta parábola, se alude a
la costumbre en Palestina de primero sembrar y después arar el terreno cuando
la forma ordinaria y efectiva sería arar primero la tierra y después sembrar.
Según esta parábola, envuelto en la forma palestinense, el sembrador riega la
semilla en el terreno en donde un grupo cae suelta en el camino y se pierden
por la aves que llegan, otras semillas se queman en lo pedregoso, otras caen
entre espinos y se ahogaron, hasta que la final un grupo cayó en tierra buena y
dio fruto abundante hasta dar en la cosecha el ciento, el sesenta y el treinta
por uno.
El sentido por
tanto de la parábola nos orienta a reconocer que el éxito de la cosecha pasa
por el riesgo del fracaso de muchas semillas. En el contexto de la vida de los
cristianos de Siria y Palestina el mensaje del evangelio es un aliento delante
del desánimo, les está diciendo que aunque el terreno de la vida social en la
que ellos viven no es cultivable por tantas dificultades sin embargo no hay que
dejar de sembrar, las semillas son germen de futuro. Parece sugerir una de las
características del profeta: por lo general él fracasa por contradecir la
opinión general o las costumbres en general, incluso las religiosas. Pero como
dice el mismo Joseph Ratzinger “solo a
través de su fracaso las palabras resultan eficaces. El fracaso del profeta se
cierne como una oscura pregunta sobre toda la historia de Israel, y en cierto
sentido se repite en la historia de la humanidad”. El mejor ejemplo es
Jesús, quien muere incomprendido por una multitud en la cruz como un fracasado,
pero sus frutos acrecieron en el tiempo de modo incalculable en un cristianismo
de dos mil años, donde se sigue dando el ciento, el sesenta y el treinta por uno.
A su vez, sembrar hoy significa lo mismo, instaurar el Reino de Dios en el
interior de las personas y de las estructuras sociales es muy doloroso, nos
exponemos siempre a fracasos. Pero como lo que se siembra es la Palabra, ella
es la garantía del futuro de salvación y en consecuencia la oscuridad del mundo
no tendrá la última palabra y por ende la mejor cosecha. El desafío es
arriesgar para poder ganar.
Por otra parte
Mateo no solamente alienta a comprender lo que significa sembrar la semilla para que los cristianos perseguidos se alienten
en el fracaso, sino también dirige su atención a ser buena tierra o buen terreno: la única forma de
comprender el Reino según Jesús es ser terreno fértil siendo discípulo, sólo
quien acepta a Jesús como Mesías hace el proyecto de Dios en su vida.
Pudiéramos levantar las manos al cielo, mirar al cielo en la oración sin darnos
cuenta que Él ya está dentro de nosotros. Aceptar a Jesús es consentir, que no
es otra cosa que ser consciente de su vida entre nosotros. Lo más trágico del
cristianismo de nuestro tiempo es el endurecimiento del corazón aún siendo muy
religiosos desde el punto de vista externo. El Papa Francisco dirá hablando del
mundanismo espiritual: “¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes
espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el
gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en
nosotros mismos” (EG 97).
Para este
Evangelio, ver, oír y entender significa
ser sensibles a Jesús para no
rechazarlo. Semejante sensibilidad se cultiva en el interior. Una de las
consecuencias que ha dejado nuestra crisis social y económica venezolana es la
dispersión del corazón, dejando un profundo sin sabor por la hostilidad de vida
del quehacer diario. Precisamente es allí donde podemos desarrollar una
sensibilidad desde Jesús. Desde luego no se trata olvidar lo que sucede en el
país por usar una oración como placebo, sino ver desde Jesús la vida del país
para así comprometerme con la realidad como posibilidad de fructificación. Es
desde Jesús donde se recibe la fuerza para resistir y la inconformidad ante el
mal que se hace a diario.
Nuestra
sensibilidad por Jesús no se confunde con los aparentes éxitos humanos o
estructurales. Cuidado con una teología de la prosperidad o espiritualidad de
la prosperidad producto de las sectas. Nuestra sensibilidad solo acrece desde
su Palabra, y por tanto nuestro
evangelio se hace vivo en el mismo modo en que seguimos sembrando aún en lo
adverso, solo se aprende a evangelizar, evangelizando.
Pbro. Alberto Márquez.
albertoarqui@hotmail.com