Tomada de Camino catolico.org |
Hoy nos habla el
evangelio de una transfiguración de
la persona de Jesús delante de sus discípulos. Transfiguración tal como lo
describe el relato de Mateo del día de hoy consiste en el
resplandecimiento luminoso del rostro de Jesús y la transformación en blancura
de su vestido. Todo este detalle más la voz que escucharon en la que se decía “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo
puestas mis complacencias; escúchenlo” sugieren que Jesús es una
Revelación. Después de todas las manifestaciones que Dios ha tenido con los
profetas y Moisés, ahora se hace plena y definitiva en la persona de Jesús.
El pasaje está
cargado de símbolos significativos; ya la idea de la montaña a la que sube
Jesús con Pedro, Santiago y Juan sugiere
el lugar donde se da a conocer Dios, distinto a la montaña de la tentación a donde fue llevado Jesús por el demonio
para ser instigado Jesús en el poder y en la idolatría. Esta montaña evoca al Sinaí, lugar donde
Moisés recibe la revelación de los mandamiento de la ley de Dios y en donde
brilló también su rostro y el lugar donde a Elías se le revela sus misiones
ante el mundo. En este episodio de la transfiguración ciertamente no es Jesús
el que recibe una revelación, pues Jesús ya la conoce, es más Él es la misma
revelación. En este caso quien recibe la revelación son los Apóstoles, esta
manifestación les dice “escúchenlo”.
Pedro, Santiago y Juan eran judíos y se habían acostumbrado a reconocer por
tradición en ver la revelación de Dios en la tradición jurídica de Moisés y en
los profetas y en su gran representante Elías, símbolo de aquel profeta que
regresaría. Para los Apóstoles judíos antes de conocer a Jesús su luz era la
ley y los profetas, de eso vivían.
Aquí acontece
como decimos un “cambio de luces”.
Jesús era ahora algo nuevo para los discípulos, en Él se cumple todo lo que
decían los profetas y es la nueva ley para la humanidad, en adelante su persona
brilla como luz de vida para los hombres. Antes los profetas y Moisés eran los
que hablaban con Dios, ahora toda la humanidad puede hablar con Dios a través
de Jesús; si se escucha a Jesús se sabe hablar con Dios, su rostro es la imagen de su Padre.
Su condición de
ser el Hijo de la gloria, de la fuente de la luz que es Dios Padre, hace que se
disipe toda oscuridad entre ella el temor del ser humano. En la Transfiguración
Jesús les dice en el momento de gran temor a los discípulos “levántense,
no teman”. Pero la luz de Cristo es distinta a las luces ilusorias de los
hombres, como son la gloria económica, el prestigio de poder y el brillo de la
fama. Por algo Jesús advirtió a los discípulos según este episodio a que no
contasen o hablasen acerca de esa revelación hasta que no atravesase primero
por la muerte hasta la resurrección. En este sentido, pudiéramos entender que
el misterio de Dios es al mismo tiempo oscuro
y extraño, como fue por una parte la demostración escandalosa de la muerte
del Hijo de Dios pero por otra parte la manifestación luminosa de la
resurrección. El misterio de Dios es de un amor extraño, su amor que es luz
transitó la oscuridad de la entrega hasta el extremo: “no hay amor más grande que el de dar la vida por los amigos” (Jn
15,13).
Jesús con la luz
de su resurrección nos ha dejado un mensaje presente en su evangelio, “animo yo he vencido al mundo”, como
también en la transfiguración le ha dicho a los discípulos postrados en la
tierra de miedo “levántense, no teman”.
Hoy 2° Domingo de cuaresma, en medio de tantos miedos en Venezuela Jesús nos
dice desde la oración “no temas
Venezuela, levántate”. Jesús para poder llegar a la verdadera luz de la Resurrección
asumió reto de lo doloroso de la pasión. El sacrificio del verdadero amor por el país es doloroso: reclamar
la paz, la justicia, reclamar el entendimiento fraterno significa exponerse y
no ser entendido, reclamar mejoras, empleo, comida, medicina, seguridad,
significa correr el riesgo de ser considerado subversivo y ser maltratado. Pero
toda esta oscuridad no tiene la última palabra, no nos resignamos al mal y a la
violencia como la última palabra de convivencia humana. La última palabra la
tiene la luz no la oscuridad.
Si nos confiamos
en que Cristo con su luz que ha vencido al mundo avivaremos para Venezuela la
esperanza. Jesús en muchos momentos les dijo a los discípulos, “no tengan miedo”, “no se turbe sus corazones”, “no se acobarden”, “levántense”. En medios de estas oscuridades de pleno día, donde ya
todo en el país se sabe y se ve, Jesús es la lucecita del camino para
indicarnos con esperanza que vendrá algo bueno: la transfiguración de Venezuela.
P. Alberto
Márquez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario