Para los venezolanos y sobre todo los que nos encontramos fuera del
país, nuestra sensibilidad por el amor a la
Patria esta siempre a flor de piel. Los acontecimientos de los últimos días nos
mantienen con el pensamiento en nuestra Venezuela. Algunos nos sentimos
acompañados por aquellos que se solidarizan con nuestra causa y observan el
dolor que muchas veces tiene que ser reservado para otro momento.
Como persona de Fe, cuando en alguna eucaristía durante la Oración de
los Fieles escucho pedir por Venezuela y sus habitantes, el corazón da un
vuelco, la solidaridad que se manifiesta me hace creer mucho más en el amor de
Dios.
Ayer domingo una amiga de Venezuela que se encuentra también fuera del
país, tuvo una experiencia hermosa, el amor de Dios que se manifiesta de formas
increíbles y cuando menos lo esperamos. Quiero compartir con ustedes su experiencia.
A continuación lo que ella nos comparte.
“En la misa de este domingo, me encontraba llena de
confusión, tristezas, dolor y rabia, eso me hacía dudar si podría recibir la
eucaristía, me decía a mí misma que no, que
debía confesarme antes porque había amanecido con muchos pecados... luego Jesús
nos habló a través del sacerdote, de quien sentía que todo me lo decía a mí
personalmente en su homilía:
“examínate el
corazón y perdona a los que te han hecho daño. Dios te ama... Una y otra vez
nos dice el Señor: “tus pecados quedan perdonados. Ve y no peques más “
... recé pidiendo la gracia de entender el amor de Dios,
me arrepentí, recibí la comunión...
... terminó la misa y cómo siempre antes de la bendición
final, algunos anuncios, felicitaciones a los cumpleañeros y al final, uno inesperado, el sacerdote
preguntó:
-
¿Hay
venezolanos aquí hoy?
Me paré y levante las dos manos por mí y por todos los que
no van a la fiesta del domingo pero que vienen en mi corazón, creí que nada
más alzaba las manos yo. El sacerdote
dijo de nuevo:
-
acérquense al altar
Y nos hemos parado unos 20, entre señoras, jóvenes,
niños. El sacerdote inclinó su cabeza ante nosotros, con profundo respeto, hubo
un enorme silencio... seguido de un sonoro aplauso, el padre Geraldo siguió
orando en silencio, parecía mover su cabeza queriendo decir no tengo palabras,
parecía que se le nublaban los ojos por un instante y seguía orando “Dios está con este pueblo” ... y otras
cosas más que no pude entender porque lloraba cómo todos los que estábamos. Nos
tómanos de las manos, mi hermanita también lloraba cómo muchos de los
feligreses de siempre, los de allí, los de esta tierra donde me encontraba, sentados.
El sacerdote nos bendijo, abrazó y besó a uno por uno,
hombres, mujeres y niños ... siguió otro aplauso final y el abrazo de los
dominicanos que teníamos más cerca y los músicos cantaron el himno de su país.
Pedí la gracia de entender el amor de Dios, pero no se
entiende nunca, se siente, se llora. Pocas veces he sentido esa manifestación de Jesús en mi cuerpo .
Y justo Dios me habló, la Palabra de hoy era
-La Regla de oro-
Lucas 6, 27: Pero a
ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los
odian.”
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