Hoy ha sido uno de esos días en que la sensibilidad está a
flor de piel. Como diría un dirigente de Cursillo “tan sensible como piel de
durazno”. Y es que se acercan momentos en los que vas cerrando ciclos y
comienzas a ver desde otra perspectiva
todo lo vivido.
Hoy casi despidiéndome de mis compañeras del Ministerio de
Liturgia, les resumía lo que había aprendido en el tiempo de estar allí y las
hermosas experiencias que Dios Padre había permitido que viviera al servirle en
el Santuario. ¡Casi que lloramos! Sumando a eso, el hecho de que un sacerdote
venezolano celebraría una de las Eucaristía a la cual por supuesto, mi esposo y
yo asistiríamos.
Mi nombre ha provocado tantos elogios que me siento muy
orgullosa de llevarlo, esto le encantará a nuestro hijo postizo sacerdote,
quien le tiene un amor inmenso a la Advocación de la Virgen María Auxiliadora. Mi
nombre no parece muy común en Panamá y cuando lo pronuncian me da mucha alegría
y le doy gracias a Dios por ello pues así recordarán que los venezolanos deben
estar presentes en sus oraciones.
Un día como hoy hace un año, el hijo postizo se ordenaba de
Diácono y allí estaba yo, en su ciudad natal, Carora, acompañándole gracias a
una pareja muy especial que había tenido la gentileza de illevarme para asistir
junto con ellos a esta fiesta de la ciudad completa.
Ese mismo día, tal vez muchos no lo recuerden, la familia
fue golpeada con un hecho en el país que nos afectó emocionalmente, el famoso
Dakaso . Familias, amigos, conocidos, compañeros de trabajo de mi esposo fueron
acusados, señalados, privados de libertad. Esos días conocí yo quienes eran en
verdad amigos.
Hoy el Evangelio Jn 2,
13-22, junto con la lectura del Profeta Ezequiel ( Ez 47,1-2,8-9,12) me
cuestionaban. Somos templo del Espíritu Santo, y cómo está ese templo, había
dejado que la tristeza, la desesperanza y el conformismo se instalaran en él. Pero
estaba notando como poco a poco un optimismo, un afán de lucha, una esperanza
había renacido.
Es una de las enseñanzas que me llevo de Panamá, aquí me han
hablado del amor patrio como en ninguna otra parte y lo veo en sus calles y
hasta en la iglesia. Es un valor que muchos venezolanos hemos perdido pues nos
sentimos sin Patria.
Aquí en Panamá me han llenado de Esperanza, me han animado a seguir adelante, esa
confianza en Dios y esa entrega a su voluntad ha sido de hecho, no de palabra,
aunque por momentos no haya entendido el por qué de todo. Esa esperanza perdida
de muchos venezolanos que llegan aquí buscando mejores oportunidades, y que al escucharlos o leerlos en la web te van contagiando de los malos presagios para el
país, esa esperanza perdida la he recuperado aquí en Panamá.
He recuperado mi Esperanza y lucharé para que
no me la quiten porque eso he aprendido de los sacerdotes claretianos en
Panamá, a no dejarme quitar la Esperanza y no permitir que me prediquen de
resignación.
Agradecida con el Padre José “Chepe” Rodríguez quien con su
saludo cariñoso, llenaba mi corazón del amor del Padre. Me pareció muy gracioso cuando un día me
dijo que no sabía que decirme cuando le
pedía la bendición. Los venezolanos estamos acostumbrados a pedir la bendición
a los papas, tíos, abuelos, padrinos y a los
sacerdotes. Tuve que explicarle lo que debía responderme: “Dios te bendiga”.
Nunca pensé que al esparcir la semilla tendría la
oportunidad de recoger los frutos, pues generalmente esperaba que llegara otro
a regarla y luego alguien más recogería los frutos. Pero en esta oportunidad
Dios Padre me da el regalo de recoger frutos y esos frutos son para mí.
Gracias Padre porque
has mirado con misericordia a esta hija.
Llevar el nombre de María Auxiliadora es algo inmenso, Auxilio de los Cristianos. La llevo en mi corazón, pues soy antiguo alumno Salesiano. Me ha encantado tu escrito. Un abrazo y buen fin de semana amiga.
ResponderEliminar@Pepe_Lasala
Muy bello lo que escribes Maria, se siente que estas en paz, gracias al Señor.
ResponderEliminarun abrazo