domingo, 15 de junio de 2014

la Santísima Trinidad, reflexión del Evangelio Dominical por el Padre Alberto Márquez


El que hoy celebremos la solemnidad de la Santísima Trinidad no quiere decir que hoy la recordamos y los demás días no, pues hoy toca y los demás no, cuando en realidad la vivimos todos los días, es el misterio fuente, de ese misterio nacen todos los misterios revelados, pero tal vez somos pocos trinitarios, pudiéramos pensar en un Dios único sin nadie y sin diversidad, una especie del Dios del olimpo, incluso solemos decir “Dios” sin referencia a lo que en las Sagradas Escrituras se nos revela, un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, simplemente decimos Dios es Dios.

Pero en el texto de 2° de Corintio del día de hoy cuando Pablo exhorta a la alegría después de tantas circunstancias que tal comunidad cristiana atravesó, les desea la paz y la armonía sellando la despedida a la comunidad de Corintio con una fórmula totalmente referida a Dios y ésta es la que conocemos como trinitaria. Desde luego la misma está en el saludo hasta nuestros días en la liturgia y se proclama así: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes” (2Cor 13, 11-13). De este modo se nos está transmitiendo no una consigna lógica o propagandística y meramente racional (aunque tenga hasta cierto punto su racionalidad) sino una experiencia arraigada en la fe de donde nació el cristianismo. La Trinidad no fue un invento del cristianismo, sino la misma vivencia de fe de siglos, pero que con la Revelación de Jesús se conoció que ese único Dios profesado desde los patriarcas ahora se sabe que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que ahora está con todos nosotros.

Para los discípulos del Señor, proclamar esa tripersonalidad de un Dios no era un problema entre ellos pues bien sabían que esa era su verdad que estaba sellada en su historia, que era una historia de experiencia amorosa de un Dios Padre apasionado por el mundo, tal como grita San Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3, 16); y por predicar este amor loco de Dios Padre por el Hijo en el Espíritu Santo muchos murieron.

Pero por no conocer esa experiencia de amor, siglos después muchos se cerraron a esta verdad original y única e intentaron perderse en la filosofía. Intentaron aplicar sus axiomas o teoremas cargados de finitud en el que desesperadamente solamente podían decir el uno no es igual al tres. Pero la lógica del amor que solo descubre trascendencias, es capaz de comprobar que por ser Dios Infinito el uno si es igual a tres. Solo Dios ha amado tal como el hombre pudiera descubrir y solo desde la fe es capaz de descubrir que ese amor único se conoce en la acción de tres personas iguales en una única esencia amorosa. El placer de Dios es salvar, y del océano infinito de su ser solo sabemos que Él ha caminado con su pueblo, perdonando sus pecados  y más aún ha traspasado el límite humano venciendo la muerte, tal como se conoció en la persona de Jesús de Nazareth.

Aún así las analogías racionales de la fe han intentado hacer explicaciones de lo histórico a través de trilogías. Por ejemplo, las más corrientes y antiguas, el sol para decir que es el Padre, su luz que es el Hijo y el calor para hablar del Espíritu Santo. También la fuente, el río y el mar; el pensamiento, la palabra y el aliento o el oxígeno con el que se pronuncia la palabra que es el Espíritu Santo. Es muy sugestiva también la imagen del sol (el Padre) que no puede ser visto directamente pero que se puede ver solo desde su proyección en el agua (el Hijo) y sentir el destello que sale del agua para referirse al Espíritu. Pero por ser estas analogía tan imperfectas solo nos queda ir a lo que vemos en las Sagradas Escrituras, a la realidad histórica del misterio trinitario, que insisto es un misterio de amor y solo se conoce desde el amor.


Por tanto, más que esforzarnos en explicar el misterio trinitario desde el mundo, es mil veces mejor explicar el mundo desde la Trinidad. Dios ha amado el mundo y tenemos que contemplar su amor hacia al mundo. Esto nos llevaría a afirmar que: como sea tu idea de Dios así será tu idea del mundo y de los demás con respecto a Dios. Si Dios es simplemente Dios, de modo monolítico, el único sin nadie, el único sin diversidad, el uno sin lo múltiple, pues la visión de la vida y de los demás estará marcada por la idea del pensamiento único, dogmatista, monolítico, exclusivita impositivo, absolutista y antidemocrático. Si tu idea de Dios es Dios que vive en sí mismo una relación en la diversidad de tres personas, Padre, Hijo y Espíritu, pues la visión del mundo, será la del respeto a la diversidad y tolerancia hacia el otro, aunque no comparta sus ideas, de donación al prójimo porque en el otro es que yo puedo amar, aunque no comparta sus ideas, de una persona que dialoga, comprende, de auténtica visión democrática de la sociedad y sabe vivir la unidad en la diversidad. Concluyo por tanto citando a San Agustín, si quieres saber qué es la Trinidad contempla el amor y si llegas a ver el amor ves la Trinidad
Padre Alberto Márquez.

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