Dos semanas de mucha tensión, debido a la situación que me ha tocado vivir y que todavía no culmina.Sumamente preocupada y tratando de ocuparme del asunto. He leído un documento del Vaticano que llegó al monitor de mi computadora no se de qué manera. Se titula Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, este documento ha servido para aclarar algunas ideas.
Con la implementación de los nuevos Itinerarios de Iniciación cristiana en las parroquias de la Arquidiócesis me costó en su momento entender todos estos nuevos cambios, pero fui comprendiendo a medida que se fueron presentando las razones. Uno a uno se iban desmoronando los criterios y conceptos que tenía. Poco a poco fui asimilando y se me fue llevando a la verdad con la ayuda por supuesto de documentos conciliares del Magisterio. Cuántas normativas, instrucciones, directorios, cartas encíclicas y más hay en nuestra Iglesia que desconocemos. No las he leído todas, pero cada vez aparecen más y más. Recuerdo mi conversión y el primer documento de la Iglesia que leí: Rosarium Virginis Mariae del Papa Juan Pablo II, como aprendí de ese documento, con la dicha que había un seminarista para ese entonces en el grupo al cual asistía, pues habían muchos términos desconocidos para mí y éste los explicaba muy detalladamente.
He leído un poco sobre los nuevos itinerarios catequéticos que a través del Concilio Plenario se han querido ir introduciendo en las parroquias pero cómo es cuesta arriba este trabajo.
Veo muy hermosamente dibujada la Iglesia que queremos todos y allí queremos llegar. Una Iglesia en la que la enseñanza de la catequesis no sea doctrinal sino que sea una educación permanente de la fe. Una catequesis que no se limite a fomentar el modelo tradicional del “buen cristiano” o del fiel practicante. Queremos pasar de una catequesis infantil a una de adultos. Pasar también de la preocupación de la práctica religiosa como punto de llegada a la catequesis donde el compromiso, entrega y servicio a los hermanos sea a lo que se nos comprometa.
He decidido no participar en la catequesis este año escolar en el colegio, obedeciendo el mandato de nuestra Iglesia, pero esto ha traído unos descontentos que no sé hasta donde puedan llegar.
En una charla dictada por Mons Diego Padrón pude conocer esta nueva visión de la catequesis donde se recupera la iniciación cristiana y se le imprime un carácter catecumenal. Algo que nos decía Mons Padrón: “Quién no conoce el Directorio de la Catequesis que no se dedique a ser catequista” y el que no esté de acuierdo con esto está fuera de la Iglesia, pues esto está aprobado desde el Vaticano II. Esas palabras resonaron en mi mente una y otra vez.
El cristiano tiene que saber en qué cree y por qué cree, el fin de la catequesis es integrar al ser humano en una comunidad. Recuerdo a dos de los niños que preparé el año pasado en su catequesis y los vi por primera vez comulgar en la iglesia dominical en la cual coincidíamos, solo yo sabía que era su segunda comunión, el párroco no sabía que eran niños que comulgaban por primera vez de sus manos, sentí tristeza. Creo conveniente que los niños se preparen en la parroquia donde hacen junto con la familia vida eclesial.
Termino con unas palabras de Mons Padrón. “Los adultos son los primeros destinatarios de la catequesis. Jesús nos ha dicho: ‘Bendigan a los niños’, y nosotros hemos hecho al revés. Catequizamos a los niños y bendecimos a los adultos.”